Y así me di cuenta de que tenía que escribir. No tuve
concentración para terminar mis ejercicios de Electrónica, no podía preparar la
clase del lunes. Ni siquiera quería cantar, bailar o tocar la guitarra. Mi
cerebro se cansaba rápidamente, mi mente estaba lejana, fuera de mi radar. Mi
pensamiento estaba en un área que no pude reconocer. Fue entonces cuando me
percaté de la atracción que ejercía mi ordenador, me halaba cual imán, no
quería usar internet precisamente. No fui capaz tan siquiera de leer alguno de
los cuentos grotescos de José Rafael Pocaterra, mi libro de turno. La redacción
me llamaba. Debía escribir algo, con sentido o no. Sincero o fantasioso,
vanidoso o real. Eran como unas ganas de mear, en el plano moral o artístico.
Mis dedos debían actuar, estaban al borde de la inutilidad. Sendos pedazos de huesos
cubiertos de carne. Nada más destructivo que la inactividad. Debo teclear ya,
pensé. Pero pronto llegaría lo que sería mi fracaso: una carencia de idea. No
tenía inspiración. Simple inercia o hábito. Mi mente no pensaba. Dónde estaba
yo, nadie lo sabía. Con una burbuja inmensa dentro de mi estómago, llena de
dolor y rabia. De haber explotado, ya sería un homicida. Los minutos corrían,
escuchaba “The tip of the iceberg”, mis dedos moviéndose sobre el teclado y mi
mente aún sin regresar, o irse, del todo. Me frustra muchísimo, me amarga la
idea de no saber qué contar, de no pensar. Tal vez los ejercicios con diodos ya
habían acabado conmigo, ya habían violado mi lógica. Me sentía desolado,
despellejado, sin fuerzas para luchar. Mi consuelo eran estas letras. Siento
que mi muerte se avecina y no por suicida, sino que siento un agotamiento en mi
corazón. Mis dientes apretujados de rencor. Estoy inconforme con mi vida, con
este mundo, quiero vivir. No logro el éxito, no consigo ser feliz por más que
trate, o no trate. Rodeado de soledad, de gritos y preguntas. De palabras que
me llenan de dudas. De tweets. Justo en ese momento me doy cuenta. He sido una
víctima más de la infoxicación; esto no es más que el exceso de información,
importante o no. Sé todo de todos, aun sin haber tenido ese objetivo. No quiero
saber un coño de la vida de nadie más. Esta noche no quiero dormir. Quiero
morir, morir y revivir para enfrentarme al mundo. Cansarme de nuevo, pensando o
escribiendo. Que mis oídos se aturdan por los decibeles de mis audífonos.
Quiero que me besen y me toquen en la oscuridad mientras desaparezco. Quiero
ser rogado por un beso y despreciado por la mujer más bonita, o la más fea, del
frente. No quiero desaparecer sin dejar mi marca. Quiero ser conocido, ¡maldita
sea! Sobreviviré. Renaceré, pero esta vez seré feliz, no un esclavo como me has
tenido. Moriré, pero porque querré, no por tus condenas. Muérdeme muy fuerte y
sangraré, más no te golpearé ni me defenderé. No seré, pero intentaré ser. No
llegaré, pero correré y me detendré a jadear cuando lo desee. Esta noche
permanezco solo y me creo alguien. Como la cicatriz perduraré en este mundo,
porque me lo han dicho las letras y porque tengo derecho a creer. No olvido,
perdono. Te deseo y no te tengo, pretendo que nada es, pero todo sí, todo sí lo
es. Esta noche te quiero. Esta noche me masturbaré en mi soledad porque tendré
tus ojos clavados en mi cabeza, mi notable pequeñez. Me dejaré dormir o morir,
no sabré sino hasta mañana y tú sí que nunca lo sabrás. Y como Lana, mi amor es
dulce como la canela. Deséame suerte, apláudeme y abrázame. No me beses porque
me derrito.
Hurtblood