sábado, 29 de septiembre de 2012

Septiembre 14. 11:50PM. Anaco


Me encuentro en un nuevo día. Como en la última escritura también escucho “cambié de nombre”. Aún no he terminado de leer el libro de cuentos de Julio Cortázar que me conseguí en la pequeña biblioteca de mi tía Marielys. En estas vacaciones rompí mi récord en libros (no he sido muy dedicado a la lectura), no sé cuántos y la noche me impide querer recordar la cantidad exacta. A mis 18 años tengo tantos sueños frustrados que me siento matusalén, pero confío en el éxito venidero y refugio mi fracaso en las altas expectativas de mi niñez, realmente creía que la vida era más fácil, pero es precisamente ésta quien me demuestra lo equivocado que estaba y sigo estando… Porque a mi visión la vida es bastante sencilla pero mi nivel siempre ha estado por debajo del indicado como mi estatura: mido 1,65cm.
No he conocido un escritor, no he conocido a una escritora, no he besado a una escritora… cuántas cosas he dejado de buscar. Mis silencios cada vez son más largos y mi dificultad para recordar las palabras de mi vocabulario aumenta con el tiempo. Todo nos maltrata, hasta lo que nos causa placer. Inaudito. Si alguien me hubiese dicho que pasaría el tiempo escribiendo… realmente lo hubiese creído. Sonará incoherente pero siempre me ha gustado escribir y expresarme, no así siempre leer y apreciar otras obras. Tal vez no tengo la calidad de espectador, me cuesta entender a las personas, no tengo esa sensibilidad humana de la que los más cultos se jactan. Pero sí siento como cualquier ser vivo… Sí, soy un ser vivo o al menos eso indica la ciencia. Pero aunque soy tan callado y puede que tímido, de pocas palabras, me gustó escribir desde pequeño sin embargo no lo llevé a cabo por más de un día debido a mi carencia de vocabulario y vida, porque aunque me muevo siento que estoy muerto, más bien estaba, así mismo, estaba muerto. No soy tan bueno en la música, me cuesta escuchar, sin embargo amo reproducir sonidos y cantar, me lleva a un lugar personal, tal vez sea mi corazón o mi mente (si es que estas dos cosas no son la misma), yo en mi ignorancia disfruto como todos los ignorantes. Es por eso que canto en este momento “la misma distracción” (el disco ya va por la pista 5 y la repetiré una vez más.
Extrañamente me aburrí de estar despierto (es puro sarcasmo, verdaderamente es lógico y cierto) y me preparo para dormir. Tal vez sea mi penúltima noche en Anaco. Mi ciudad cómo te extraño, aunque Anaco es una fiel amante y una muy satisfactoria. Debo regresar a mi hogar. La rutina me ha malacostumbrado. Qué triste aunque delicioso. Esta canción dura 2:32 minutos y es muy rica, se llama implosión y pues es del disco de viniloversus.

Septiembre 13. 11:49PM. Anaco.


La noche crece. La noche es joven. La punta de la manecilla en el reloj rodea constantemente su centro. Ascienden las horas. Empeño del hombre en hacer el tiempo finito. Fue así como se reproducía el disco de viniloversus. Siempre es grato escuchar un buen disco, sabe Dios que éste es mi delirio. Discos indie que vienen y se quedan. Letras que se graban con tinta indeleble sobre las paredes de mi memoria, con o sin sentido, como grafitis. Los adultos tenemos sentimientos complicados, esa complejidad que siempre me interesó desde adolescente aunque mis acciones no demostraban precisamente concordancia con lo que deseaba. La muerte, el deseo, el trabajo, todo sin solución. Humanos simples: una raza despreciable. Adultos bipolares sin vísceras. Algún viejo indicó sabiduría en la vejez, sólo los tontos se creen a sí mismos sabios (que Dios me perdone, soy un adulto tonto). Dígame qué ver y hacer, por quién votar en las presidenciales pero no me diga qué música escuchar, mi corazón está bien sincronizado con mis oídos. Viniloversus: mi banda indie favorita venezolana de esta noche, me hace sentir lo que es ser adulto. Me amaño lentamente. Los acordes y su distorsión me llevan, floto. Sin algún sentido escribo con esta máquina que no es mía. Se me hace incómoda y no logro acostumbrarme a este teclado, gracias a la vida por este programa y su corrector. Imagino que así se siente un amante infiel inexperto. Yo sería un escritor inexperto fiel a la ignorancia. Esto es lo que los esnobs hacemos es nuestro tiempo: cagarla. En este momento estaría en la relativa comodidad de mi habitación escuchando y viendo mis shows favoritos mexicanos. La cultura nos esclaviza. Pobres indies que se creen adultos. Pobres niños que se creen indies. Mi ropa íntima huele horrible, tal vez a comida descompuesta remojada. El tiempo ha pasado y aún no he podido centrar un tema para discutir conmigo mismo. El interior venezolano tiene ese efecto en mí (al igual que en los teléfonos inteligentes): me pone analógico, se me hace difícil pensar. Mi vocabulario se limita y mi memoria se jubila. Tal vez sea el calor del estudio o la música que me deja drogado mientras, en lugar de llevarme a repensar, me invita a bailar, pero con quién y por qué. Se movió mi cabeza y decido no escribir más, exactamente como en días en el interior. Mi frustración no me importa. Quiero limitarme a escuchar el disco sin pensar, sólo sentir, pero por alguna razón no paro de escribir inmediatamente. Sé que pronto me cansaré y me iré como en momentos pasados y venideros de seguro. La música me atrapa y me involucra en este instante, me siento parte del mundo. Y decido que escribiré hasta que el orden aleatorio del reproductor de Windows se ponga en la pista número cinco, “la misma distracción”. Y justamente por haberme tardado  tanto en la palabra antes del último punto pasado ya se está reproduciendo la canción. Dejaré de escribir, guardaré lo escrito y escucharé lo que queda de pista.

viernes, 21 de septiembre de 2012

La muerte de Maury


No tuve el valor. Las escaleras se me antojaron oscuras y llenas de espinas. Luego de mirar a la sala me atrevo contra mi voluntad a pisar el primer escalón con la suela de mis zapatillas pero me vence la razón, doy media vuelta y regreso a la cocina donde se encuentra Dora. Era Maury la abuela paterna de Victoria y Estefanía, la segunda era quien nos había recibida en sollozos y con la cara gacha, así estaba de triste la más risueña castañuela de esa casa. Victoria era la mayor y tal vez por eso la más fuerte, sin embargo la menor a pesar de ser tan sentimental no era débil en lo absoluto, sólo transparente. En la planta de abajo sólo vimos a Estefanía, Vicky estaba en su habitación preparada para dormir según nos había dicho Dora. Había fallecido en la clínica hace dos o tres horas antes de que llegáramos. Recibimos la noticia en el auto mientras regresábamos de las vacaciones en Anaco. Gloria, quien era la esposa de mi papá, había llorado largo rato. Dios sabe que no es mi fuerte el dar consuelo y mi etiqueta es cuestionable al ochenta por ciento aproximadamente, por ello me limité a callar y permanecer en mi asiento sin tocar a mi madrastra que estaba vuelta lágrimas y mocos. La curiosidad no tardó en conducirnos a Ricardo, mi hermano menor, y a mí al borde de las escaleras. Sólo mirarlas me resultaba pesado, pero era un deber moral. Acompañar a nuestras primitas en tan inmenso dolor, con todas las incomodidades que la muerte representa. Subimos programándonos para no hacer chistes ni mostrar la más mínima chispa de felicidad. Habíamos conocido a la señora Maury, yo recientemente. Compartimos con la difunta en muchas reuniones en casa de las niñas e incluso fuimos algunas pocas veces a la suya que estaba bastante cerca. Estando arriba sentía un peso sobre mis hombros, mi cuerpo se inclinaba en caída sobre las escaleras pero no me dejé vencer, tomé la delantera y toqué la puerta antes de entrar. Tras asegurarnos de que nadie estuviera sin ropas saludamos a Victoria con un abrazo para no ver su cara, aunque para sorpresa de ambos lucía un aspecto relativamente saludable, casi como de costumbre, de todas maneras no hicimos bromas porque éramos conscientes de su pérdida. Nos sentamos en la cama y escuchamos la conversación de Orianna, mi hermana de diecisiete años, con Victoria. Cualquier rastro de tristeza ya se había disipado luego de una hora gracias a los comentarios y preguntas de mi hermana al igual que la naturalidad y fortaleza de Victoria para contestar a estas de la mejor manera como la buena anfitriona que siempre ha sido. Ricardo y yo nos limitamos a sonreír y enseriarnos cuando correspondía. Luego se sumaron algunos primitos de las niñas que permanecieron con nosotros hasta que mi papá subió a decirnos que nos íbamos. Gracias a Dios, eso fue anoche y lo que al principio parecía una pesadilla bien negra se convirtió en una visita sencilla (dentro de lo que cabe para una reciente muerte). Aunque no fui al funeral (por lo que me siento algo culpable) sigo acompañando a mis primas en su dolor. Cómo es de impredecible el futuro, alguien que conoces y has visto varias veces está y de repente ya no. Qué fuerte es soportar la muerte de un familiar. Sólo he estado presente en funerales pocas veces, pero no en la de alguien muy cercano. Me aterra pensar en el sufrimiento que vendrá con la muerte de seres queridos que sé que morirán, me lo dice la lógica y la historia. Quiero vivir, vivir a lo grande y compartir mi amor. Hay tantas canciones que hablan de amor, pero esta noche no me llega ninguna a la mente, lo que me entristece y me quita un pelo de ilusión. Sonará egoísta pero me alegra no ser yo quien murió porque me recuerda que no he cumplido mi propósito en la Tierra. Doy gracias a Dios por este don: la vida. Doy alabanzas al cielo y deseo que Maury pueda descansar en paz.