lunes, 7 de enero de 2013


—Anoche—

     Mis skechers a un lado de esta cama improvisada. Una tenue luz de la que sólo es posible percatarse por la noche, una temperatura medio fría gracias al aire acondicionado (probablemente unos diecisiete grados), una almohada prestada bajo mis pies, mi cabeza y mi espalda recostadas en la pared, la pared de aquella combinación extraña parecida a un azul de reyes, medio verdosa y oscura, un color cómodo y para adultos; la habitación ya no poseía el espíritu aniñado que durante muchos años tuvo. Henos aquí destino. #NowPlaying Without You sin nadie a mi lado, Jesús –mi tío- frente a mí sin mirarme, puede que ni esté notando mi presencia. La última noche de vacaciones, la más pesada de todas, la que deja concretar la alegría e indica el comienzo de la antigua o nueva rutina. Peor y a la vez mejor que la última noche de las vacaciones de verano, al menos sin quemaduras de sol playero para mí. Me siento agradecido, porque me voy y porque vine. Llega el momento en que mi espalda demanda que cambie de posición. Un zoom, un borrar-palabras; todo indica que llega el final de mi escritura.

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Buena esa