Desde los comienzos de la adolescencia al tener esas disputas épicas con nuestros representantes todos tenemos la ilusión de ser adulto joven, sin nadie que te diga qué hacer o prohibirte todo lo que te gusta; claro, sin esas arrugas en la piel, ni hijos, ni achaques, con libertad de ser quien quieras mientras puedas. La perfecta combinación entre fuerza (juventud) y sabiduría (vejez).
El sueño de cumplir los 18 -en América Latina se es mayor de edad legalmente al cumplir 18 años- no necesitas permiso para viajar solo, ni para que te den un empleo, puedes entrar legalmente a la discoteca, al casino, comprar videojuegos violentos, etc. ¿Pero realmente somos tan libres a esa edad? Es decir, nada se compara a esas comodidades que se tienen con proveedores (padres, abuelos o cualquiera que te mantenga).
Ya al ser adulto no vas a tener la desfachatez de estar escribiendo carticas al niño Jesús en Navidad. Uno se comienza a restringir a la hora de pedir dinero. Ya cuando te mudas tienes que mantenerte, conseguir empleo, seguir estudiando si se puede, lavar la ropa y comprar la comida. Se comienza a notar que no es tan fácil ser adulto. Claro ya no tienes que comer las ensaladas obligado, puedes fumar, beber o tatuarte si te da la gana, pero también hay que recordar el presupuesto que se tiene y todos los gastos para vivir en esta sociedad: la electricidad, la medicina, el agua, el gas, comida, ropa, transporte público o gasolina, internet, etc.
Al llegar a una situación de racionamiento te das cuenta de cuánto extrañas a tus viejos, quien te haga la comida, te lave la ropa, te diga que no comas tanto para no engordar, etc.
Coño, y recordar todas las peleas que se tenían y ¡voilà!
He ahí el punto al que quiero llegar, se nos va la juventud discutiendo con nuestros parientes y me pregunto: ¿no pude haber evitado todas esas riñas? ¿Eran realmente necesarias?
Y analizado toda la existencia en compañía de mis progenitores hice una mínima lista de acciones que son beneficiosas al máximo:
1. Dar las gracias: coño, ellos lo repiten y lo repiten pero uno no les presta atención, ese “di gracias”, tan fácil y olvidado a la vez. Cuando te prepara la comida y tú ni un halago le dedicas a tu madre, dar las gracias es esencial, los padres te ven educado y se sienten orgullosos, ellos mismos se dan la palmadita en la espalda porque sienten que han hecho un buen trabajo y es tan simple como “gracias por los zapatos, están bonitos” así sea la vaina más horrenda del mundo, “gracias mami por la comida” así tuviese sabor a zapato quemado, ella te lo agradecerá y te querrá recompensar para escucharlo más. Dar las gracias evita esos roces innecesarios, además que comprende una norma esencial en las buenas maneras y la etiqueta social. Está comprobado.
2. Hacer algo inesperado: los padres siempre creen saber todo, por eso es mejor dejarles saber que no es así, haz algo que no se imaginen, algo bueno por supuesto ¿qué se yo?: Un desayuno, una cartica, un dulce, una ayuda a limpiar voluntaria, una película, etc. Con una de estas acciones te metes a tus padres en el bolsillo.
3. Decir "sí": eso se conoce desde la prehistoria, así no le hagas caso y emplees la popular frase se-me-olvidó, decir SÍ les quita cualquier tipo de estrés mientras te abre el camino para el último y más importante paso.
4. Pide el permiso: a veces se siente como darles el poder de tus acciones pero es inverso, realmente te estás adueñando de la situación. Pedir permiso para llegar a una hora te dará más madurez y comprensión por parte de tus padres, te verán responsable y considerado, sentirán confianza en ti y es obvio que te darán el permiso (si no has hecho algo malo pues).
Y esos fueron mis simples 4 consejos para convivir con los padres sin cometer algún homicidio, lo más sencillo de hacer con resultados inmediatos y bastante positivos.
Saludos atmosféricos.
…Hurtblood…
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Buena esa